Saltar al contenido

La matrix, se ha hablado mucho que tenemos programas, como seres humanos al parecer somos programables, crecemos con ideas, herencias, teorías, nos “enseñan” lo que es verdad, lo que no, a veces con evidencias, a veces sin. Y como seres humanos, tenemos la capacidad de cuestionar lo que existe en nuestra mente y en nuestro mundo, observar desde otra perspectiva lo que hemos aprendido, poder situarnos arriba de nuestro laberinto mental. Cultivar esa cualidad creo que es importante en este tiempo acelerado, de tanta información.

Dentro de esa capacidad creo que también existe la duda, hay veces que nos juega en contra, pero amo nuestra capacidad de dudar, de poner en pausa cualquier tesis que se nos presenta como una verdad. Aunque me ha causado problemas, inseguridades, miedos, hoy cada vez que siento esa sensación adentro, la duda de que algo ya no sea verdad, el miedo de que algo esté cambiando, de que algo ya no es lo mismo, recuerdo que dentro de mi o en esta realidad hay una parte entonces desmoronándose, desprogramándose y recuerdo que eso es parte de la vida. Me siento cerca de la torre que se cae, para encontrar la belleza en el caos, creo que he aprendido a navegar de esa forma la incertidumbre, nada es verdad y todo es verdad al mismo tiempo sólo por el hecho de existir, sino no existiría. Vivimos en un lugar donde la capacidad para sostener paradojas creo que es fundamental, somos partículas y ondas, somos una sola conciencia y diversos a la vez, la nada viene a ayudarme a descansar de todo eso, constructos, ideas, estructuras, siento un silencio detrás, que contiene también todo este juego, todo este laberinto.

Creo que es necesario descansar en ese silencio si queremos cambiar alguna parte del juego, nuestra forma de jugar o si queremos salir del juego totalmente. Si queremos permitir que aparezca otro tablero, con otras reglas, con otras formas, otro paradigma. Un descanso necesario de todos los pensamientos que nos rodean, todas las dualidades, bueno-malo, verdad-mentira, mejor-peor, duda-certeza, vida-muerte, femenino-masculino, todo ese laberinto. Cuando me siento en esa nada, cuando permito la duda, siento que vamos al borde de la consciencia, donde algo distinto puede emerger, incluso sosteniendo que no sepa qué es todavía. Desde ese lugar todas las ideas de impermanencia, de ilusión, de la matrix tienen sentido, pero también siento que son sólo ideas, la experiencia es lo único que existe ahi, tal vez un mareo, un latido más rápido, algo que tirita, que aprieta, una sensación incómoda que se va calmando si la observamos, si la atendemos con aceptación.

Me gusta sentir que no se nada, me encanta escuchar a quienes tienen muchas certezas también, aunque entiendo que mi rol puede ser distinto. Por eso ocupo la palabra “resonar”, si algo en este momento resuena como una verdad lo tomo, un rato, un tiempo, hasta que deje de resonar, y permito también esa gracia a los demás. Nos dejo libres porque eso siento que calza más con esta realidad. Amo también el orden, cuando emerge algo que se siente sólido, verdadero, una rutina, una forma, una identidad, las lineas y dibujos donde se pone el color, una jerarquía, y entiendo lo sano del amor ordenado, que de esa manera fluye mejor, “los grandes dan, los pequeños toman”. Me gusta entender las reglas de nuestros juegos, para poder aplicarlas y vivir mejor en ellos, pero entiendo también que son juegos, y que a veces pueden volverse obsoletos.

Creo que vivimos en esa tensión o baile constante, entre lo que quiere progresar y lo que trata de conservar, expandir-contraer, ambas energías las siento necesarias, si disolvemos muy rápido nuestro ego, puede aparecer la disolución, o la destrucción que genera sufrimiento, la locura, y si nos quedamos mucho en una estructura, nos puede aprisionar la zona de confort, nos va apagando el estancamiento, nos duele la rigidez. Nuestra naturaleza humana parece moverse entre esas tensiones, todo consejo es verdad dependiendo de dónde nos encontramos en ese baile y el camino del medio, la ecuanimidad, el equilibrio adquieren relevancia para “salir del sufrimiento”, aunque cada cual sabrá qué es eso en su estructura actual y si le resuena o no.

Hay veces que prefiero la intensidad, vivir todo tal cual como se presente y a fondo, no me importa ser emocional, “humana”, seguir el proceso individual totalmente, ser propia, única, diferente, especial, hasta que recuerdo que todos lo somos: únicos, especiales, diferentes y por tanto iguales, y sé que todo eso es también un proceso humano, sentirse superior o inferior, todos buscando su autenticidad, viviendo su autorrealización. Pero hay veces que me canso de todo y puedo descansar mejor en la nada.

Toda esta vuelta para decir que siento la importancia de cultivar esa relación, con el vacío, la vacuidad, con la nada o la pausa, la meditación donde todo descansa, se vuelve menos pesado y obtenemos otra visión, donde me salgo del juego, del laberinto, para poder permitir que algo se desmorone, para desprogramarme y elegir más consciente cómo programarme otra vez, lo que resuena ahora, desde ese lugar más profundo o esa perspectiva “más amplia”. Y de todas maneras sigue ahi, la nada, compañera, parte de esta existencia, ese silencio que me recuerda una y otra vez, que todo y nada también son un juego.

Visitas: 57

Whatsapp